La idea surgió en 1999 gracias a Toshihiko Matsumoto, un cartero de 70 años que quería atraer turistas y honrar la histórica ruta espiritual Kumano Kodo. Hoy, entre 1.000 y 1.500 postales impermeables llegan cada año, escritas por buzos y viajeros que quieren dejar un mensaje desde el fondo del océano.
Las cartas son recuperadas por un empleado de Yamatani Dive Shop, quien bucea para recogerlas y luego las envía a través del correo japonés como cualquier otra carta. El buzón, hecho de hierro fundido, debe cambiarse cada dos años por la corrosión del agua salada.
Un dato que inspira: un simple sueño convertido en algo único logró que un pueblo pequeño sea conocido en todo el mundo.