Durante años, el Chacho encabezó distintas luchas junto a otros caudillos del interior argentino, como Facundo Quiroga. Su objetivo era que las provincias tuvieran voz y derechos propios dentro del país que recién comenzaba a organizarse.
A los 65 años, fue asesinado en Olta, La Rioja, el 12 de noviembre de 1863, tras ser capturado por las fuerzas del gobierno de Bartolomé Mitre. Aunque oficialmente se habló de “fusilamiento”, su muerte fue brutal: fue degollado y su cabeza exhibida públicamente como advertencia.
A pesar de ese final trágico, el pueblo nunca olvidó al Chacho. En La Rioja y en todo el país, se lo recuerda como un símbolo de resistencia, coraje y amor por su tierra. Muchos lo consideran un héroe popular que defendió la justicia social y la dignidad de los más humildes.
Su historia sigue viva en canciones, relatos y homenajes, recordándonos que la lucha por la igualdad y la unión del país fue, y sigue siendo, un camino lleno de sacrificios.