La medida — bautizada como “corralito financiero” — explotó como una bomba. Solo se podía sacar 250 pesos por semana, y cualquier operación que no fuera usando tarjeta quedaba prácticamente bloqueada. Resultado: colapso en los cajeros, filas eternas, enojo generalizado y bronca que se transformó en furia en las calles.
La situación se volvió un caos total. Comercios sin ventas, corralón económico, incertidumbre, cacerolazos y un país prendido fuego. La crisis se desbordó y terminó arrastrando a Cavallo, al presidente Fernando de la Rúa y a medio gobierno, desencadenando una de las peores catástrofes sociales, políticas y económicas de la Argentina.
El corralito dejó una marca que todavía duele: miles perdieron ahorros de toda su vida, negocios quebraron, gente quedó en la calle y la confianza con los bancos y la política se rompió para siempre.